La heroica ciudad dormía la siesta. Tras librar la batalla definitiva contra su enemigo merecía un descanso. Los habitantes que tan valientemente habían luchado por la libertad yacían en sus lechos, exhaustos. La lista de los muertos era larga, las heridas tardarían en curarse, pero habían vencido al último dragón.
Solo un niño permanecía despierto. Contemplaba arrobado su hallazgo, que brillaba de manera rítmica con destellos anaranjados. Lo colocó bajo la cama. Se tumbó e intentó conciliar el sueño. Ya habría tiempo para jugar.
El brillo se volvió más intenso. El huevo se resquebrajó. En su interior, el corazón de un pequeño dragón latía a ritmo apresurado mientras todos dormían.
Microrrelato para el Ciclo Los mejores comienzos literarios. La Regenta, de Leopoldo Alas “Clarín”.
Amelia
Breve, intenso, reflexivo y emotivo a un tiempo.
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